Saturday, November 20, 2010

Érase una vez.

Lo que más le gustó de él o mejor dicho una de las cosas que más le gustaron de él se llamó humildad. Pero esta palabra con el tiempo dejó de perder intensidad al igual que unos vaqueros pierden el color de tanto lavarlos. Era humilde al principio y ella no paraba de recriminarle eso, le decía siempre que era un gran escritor que hasta podría llegar a escribir una novela si realmente quería hacerlo. Él le contestaba que a lo mejor, que siempre pensó en ello pero que por causa de la pereza sabe que jamás lo va a hacer. Ella decía de él que era humilde y él decía de él mismo que era un vago. Eso al principio. El tiempo pasó y las cosas ya no andaban tan bien. En el periódico lo habían trasladado a la sección de cierre avisándole que esto iba a ser sólo una cosa temporal. Mientras tanto su padre intentando darle ánimos le había conseguido una entrevista en otro periódico regional menos conocido. De tanta humildad decidió no intentar ir a la entrevista. Quería escribir ese libro pero algo no lo dejaba, a lo mejor no era el momento. Una tarde, después de cenar, le contó a ella que en el metro, de camino hacia casa se le ocurrió un tema para una novela. Mirando las caras de las personas que estaban en el mismo vagón que él se le ocurrió que eso podría ser una buena fuente de inspiración, escribir sobre aquello, sobre caras tristes y luego, sí,¡luego incluirte a ti también! ¿A mí? dijo la chica, sí, a ti ¿por qué no? Me pareces una persona interesante.
El otoño trajo más caras tristes todavía, le habían avisado en la redacción que no le iban a prolongar el contrato y que a finales de año iba a tener que dejar el puesto. Estaba deshecho, no entendía cómo otro con menos talento que él y más gordo y feo le podría haber pillado el puesto sólo porque igual conocía a alguien de ese mundillo. Las cosas son así, le decía a la chica, como no tengas un padre con enchufes y que te apoye, estás jodido. La chica intentaba decirle que no era para tanto, que lo importante era el talento, que él sabía escribir y que en cualquier momento iba a poder hacerlo en cualquier periódico. Los meses pasaron y él seguía esperando una llamada de recursos humanos. La chica se desesperaba, él ya no hacía nada, de tanto esperar, sólo dormía y veía películas, ya casi no salía a la calle, estaba en un estado deplorable, esperando a que pasara algo, que alguien se acordara de él, de él, de su talento y de su humildad.

En presente el chico tiene cuatro años más de edad, la novia lo dejó, está en paro y sin tener otra opción, se fue a vivir a casa de los padres. Está seriamente pensando en opositar, empezar otra carrera y dejar de escribir. La razón: escribir no te da para comer y con la humildad no haces nada.

(El cuento ha de ser una ironía, si no la habéis pillado, asumo toda la culpa)

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