Sunday, October 24, 2010

Una historia cualquiera.

Hoy era el gran día. Se había levantado muy temprano, había desayunado, preparado el café amargo y el té verde que tanto le encantaba y se había mirado al espejo con mucha confianza intentando darse ánimos a sí mismo. Esta vez no partía hacia el trabajo sino que tenía una cita muy importante en el juzgado. Éste tenía que ser el día que tanto llevaba esperando, habían pasado ya diez años desde que su padre se había muerto, desde que no volvió a pisar esa casa en la que se crió y de la que tanto había disfrutado. El juicio se había acabado para bien y a él le tocaba una gran cantidad de dinero. Cuando murió su madre se había roto el débil lazo que lo ataba a su progenitor y optó por no ver más a su padre; mientras tanto, éste se había vuelto a casar con una mujer y decidió olvidarse de que tenía hijos. Cuando murió no dejó ningún testamento así que en esa casa se había quedado la madrastra. Años más tarde, ésta pensó que lo mejor sería demandar al hijo y así quedarse ella con la casa. Pero las cosas tomaron otro rumbo. Así que mirándose al espejo podía ver a una persona ganadora, le había ganado a una extraña, había retomado sus derechos.
Era un hombre delgaducho, las canas le sentaban muy bien y tenía siempre una mirada de hombre aparentemente sincero. Nunca había tenido suerte con el dinero, cosas que pasan, sin embargo tenía muchos amigos, una familia normal y un montón de pasiones que le proporcionaban la cantidad de felicidad de la que tanto dependía.
Por un lado se sentía muy bien consigo mismo porque después de mucho tiempo había ganado en algo, pero en el fondo sabía que esa cantidad de dinero, esos billetes muy bien amontonados no le iban a comprar los sentimientos, la morriña que sentía cada vez que pasaba por la zona donde se encontraba la casa, sobretodo los recuerdos de la infancia y de la adolescencia. Recordaba a su madre, a las citas a escondidas con los amigos para jugar al póquer, recordaba una parte de su vida en la que la mayor responsabilidad era cuidar de su hermana pequeña y de sacar buenas notas en el colegio. Recordaba también el cine que tenía justo al lado de la casa, las escaleras en las que casi se rompe los dientes mientras jugaba al fútbol, recordaba cómo el portal del piso se llenaba de niños y ahora sólo ves gabinetes de abogados y de dentistas, es alucinante cómo cambia todo con los años.
Así que no se podía alegrar del todo, sabía que de ahora en adelante no iba a poder subir a la casa y quedarse allí un par de horas simplemente para recordar todo aquello.
Ahora cada vez que pasaría por esa zona era sólo para seguir adelante.

Friday, October 8, 2010

Amor-hacemos tu viaje más fácil.

Se había comprado el billete de bus con dos días de antelación. Los aviones le salían demasiado caros y de aquellas la compañía de bajo coste, Ryanair, tenía pocos trayectos domésticos dentro de España. Pero no le importaba demasiado pasar ocho horas sentada porque sabía que al final del camino la estaba esperando él.
Por la mañana, muy temprano, fue a la biblioteca de la facultad, que estaba a ni cinco minutos de la casa, para imprimirse el billete de ida y vuelta. El bibliotecario no le quiso cobrar por el folio y con una sonrisa de oreja a oreja le deseó buen viaje a Madrid. Parecía que todo el mundo se estaba alegrando al mismo tiempo que ella. Volvió rápidamente a casa a preparar la mochila, cogió sólo una muda, el cepillo y la pasta de dientes, y se preparó algo para comer. El bus salía a las 11:59 por la noche, no quería echar una siesta para después poder dormir durante el camino. Si estás demasiado descansado el viaje puede parecerte un horror. Además, por los nervios tampoco tenía mucho sueño. Avisó a sus dos compañeros de piso que no iba a estar durante el fin de semana y ellos le desearon buen viaje, nos vemos el lunes por la mañana, les dijo ella, yo me encargo de la bombona, estaré aquí sobre las ocho, no os preocupéis.
Como tenía toda la tarde libre se puso a mirar el mp3 y a cambiar algunas canciones, también hizo unas copias de unas películas que a ella le gustaban mucho y que quería compartir con él. Éste iba a ser el segundo fin de semana que iban a pasar juntos. De alguna manera ella quería reiterar el primero, volver a sentirse feliz y libre… a patear la ciudad por la noche y a hacer cosas locas. No habían hecho planes pero tenían pendiente hacer el recorrido de las calles de una novela que a los dos les gustaba, pero todo eso parecía sólo una excusa para poder verse y estar juntos.
Ya instalada en el autobús hasta la siguiente ciudad que estaba a una hora más o menos de la capital de la provincia, viajó sola, sin tener a ningún acompañante al lado de la silla que daba a la ventana. Después subió mucha más gente pero ella intentó dormir escuchando unas canciones de Fito y los Fitipaldis y de Platero y tú.
El autobús hacía un gran recorrido de norte al centro, pasando por muchas ciudades y pueblos. La zona de Galicia era muy verde y montañosa, luego, adentrándose más en la Castilla, pasando por León, el escenario cambiaba mucho. Pero por la noche estas cosas ya no se podían ver. Lo único que podías hacer era dormir o analizar tu rostro reflejado en la ventanilla.
A las cuatro por la mañana recibió un mensaje de texto, era él diciéndole que no tiene sueño y que ya falta poco para verla. Ella sonrió al leer el mensaje y le contestó que tampoco puedo dormir, se me cae la cabeza en esta silla y también le dijo una hora de llegada con aproximación.
Tenía que llegar a la estación Méndez Álvaro sobre las 7:30 pero el autobús a veces se retrasaba. El momento en el que ya sabía que estaba en la ciudad era cuando veía las cuatro torres gigantes, las podías ver hasta desde el Escorial, era una imagen que a ella le gustaba mucho.
Ya en la ciudad, el autobús siempre seguía un recorrido establecido, siempre era el mismo, pasaba por el centro de la ciudad y como era un sábado de madrugada podías ver gente tirada por la calle esperando el primer bus o esperando algún taxi, jóvenes saliendo de las discotecas, otros morreándose en medio de la acera, la ciudad nunca dormía. Le faltaban unos quince minutos así que le envió un mensaje diciéndole que ya estaba llegando, él le contestó que lo esperase cerca de la salida de la estación pero que no saliera fuera porque hacía frío.
Ella estaba muy cansada pero era un cansancio muy ameno. Él no tardó mucho en llegar, se abrazaron y al preguntarla, bueno, qué te apetece hacer, ella contestó: estar contigo. Subieron al coche y fueron a desayunar. Les esperaba un fin de semana con poco sueño y muchas aventuras.