Hoy era el gran día. Se había levantado muy temprano, había desayunado, preparado el café amargo y el té verde que tanto le encantaba y se había mirado al espejo con mucha confianza intentando darse ánimos a sí mismo. Esta vez no partía hacia el trabajo sino que tenía una cita muy importante en el juzgado. Éste tenía que ser el día que tanto llevaba esperando, habían pasado ya diez años desde que su padre se había muerto, desde que no volvió a pisar esa casa en la que se crió y de la que tanto había disfrutado. El juicio se había acabado para bien y a él le tocaba una gran cantidad de dinero. Cuando murió su madre se había roto el débil lazo que lo ataba a su progenitor y optó por no ver más a su padre; mientras tanto, éste se había vuelto a casar con una mujer y decidió olvidarse de que tenía hijos. Cuando murió no dejó ningún testamento así que en esa casa se había quedado la madrastra. Años más tarde, ésta pensó que lo mejor sería demandar al hijo y así quedarse ella con la casa. Pero las cosas tomaron otro rumbo. Así que mirándose al espejo podía ver a una persona ganadora, le había ganado a una extraña, había retomado sus derechos.
Era un hombre delgaducho, las canas le sentaban muy bien y tenía siempre una mirada de hombre aparentemente sincero. Nunca había tenido suerte con el dinero, cosas que pasan, sin embargo tenía muchos amigos, una familia normal y un montón de pasiones que le proporcionaban la cantidad de felicidad de la que tanto dependía.
Por un lado se sentía muy bien consigo mismo porque después de mucho tiempo había ganado en algo, pero en el fondo sabía que esa cantidad de dinero, esos billetes muy bien amontonados no le iban a comprar los sentimientos, la morriña que sentía cada vez que pasaba por la zona donde se encontraba la casa, sobretodo los recuerdos de la infancia y de la adolescencia. Recordaba a su madre, a las citas a escondidas con los amigos para jugar al póquer, recordaba una parte de su vida en la que la mayor responsabilidad era cuidar de su hermana pequeña y de sacar buenas notas en el colegio. Recordaba también el cine que tenía justo al lado de la casa, las escaleras en las que casi se rompe los dientes mientras jugaba al fútbol, recordaba cómo el portal del piso se llenaba de niños y ahora sólo ves gabinetes de abogados y de dentistas, es alucinante cómo cambia todo con los años.
Así que no se podía alegrar del todo, sabía que de ahora en adelante no iba a poder subir a la casa y quedarse allí un par de horas simplemente para recordar todo aquello.
Ahora cada vez que pasaría por esa zona era sólo para seguir adelante.
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